12/28/2023

Recordar y Desear

 




Hace tiempo, en este proceso en el que estoy de desarrollar la narradora que llevo dentro de mí, y que descubrí llevando a cabo mi propio proceso biográfico, narré, ante un público de adultos, un cuento africano, El ave mágica que hechizaba con su canto; narración que, al trabajarla, me aportó un valioso entendimiento. Coincidió, además, este trabajo con el hecho de que estaba terminando de leer el libro de La historia interminable de Michael Ende. 

Del cuento africano me impactó que un ave invasora, que llega a una tranquila y feliz aldea esquilmando sus víveres y provisiones, cautivara a los adultos con un canto, melódico y bello, que “les hablaba de un pasado que nunca había de volver”. Al reflexionar sobre el fin que un ave, que el título del cuento califica como mágica, puede tener en que no vuelva el pasado, la palabra “recuerdo” cobró un especial interés para mí. Este ave, con su canto, pretendía que el pasado, con sus recuerdos, no volviera, no se hiciese presente.

Desde que tengo doce años, cuando mi madre me compró el Diccionario ideológico de la lengua española de Julio Casares, no he dejado de buscar palabras en diccionarios, y aunque sepa el significado, me gusta releerlo, indagando aún más a través de la etimología de la palabra, su origen; y siempre ha habido un descubrimiento nuevo, un hallazgo que en muchas ocasiones he sentido como mágico y revelador.  Y es que la palabra recordar es volver a pasar por el corazón, del latín re- (de nuevo) y -cordis (corazón). Y si no recuerdas, no vuelves a pasar por el corazón, con todo lo que esto supone.

Como comenté líneas más arriba, este hecho coincidió cuando estaba concluyendo mi lectura del libro de Ende. En uno de sus capítulos finales, “Doña Aiuola” (uno de mis favoritos), leí que el protagonista, Bastian, “casi había gastado todos sus recuerdos y sin recuerdos no podía desear”. Al leer ésto sentí un ¡uaaa!, esta sensación en el pecho que te viene cuando algo en tu interior hace un maravilloso clic mientras notas cómo la mirada se expande con asombro, como si hubiese divisado una nueva tierra en el horizonte tras navegar durante largo tiempo en el mar. ¡Imagina la vida sin poder recordar! 

Tras aquel punto, la historia sigue contando: “Apenas era ya un ser humano, sino casi un fantasio” (refiriéndose a Bastian). Estar muerto en vida debe ser lo mismo que vivir como un fantasio, pensé, y fue entonces cuando hice consciente la importancia de poder desear. Ahora entendía la relación entre recordar y desear.

Pero como amante de la indagación que soy, no paré aquí, sino que continué preguntándome: si, pero desear cómo, el qué, ¿todo vale? Aquí, de nuevo, y echando mano de mis diccionarios, pude distinguir entre el deseo que conlleva ambición, codicia y sometimiento del otro, y el deseo de querer, IMAGINANDO, algo propio para uno. El deseo que se pide ante una vela de la tarta de cumpleaños, al nuevo año que está por comenzar, el deseo que se pide soplando una pestaña que se ha desprendido de los acáis o exhalando tus deseos ante la aureola plumosa abundante en semillas del diente de león. Los ojalás que pronunciamos en nuestro interior cuando avistamos las estrellas fugaces en las despejadas noches, o simplemente cuando soñamos despiertos.

¿Y cuándo consigue el jefe de la aldea acabar con el ave mágica del cuento africano? Cuando llama a los niños de la tribu, porque ellos sí que saben distinguir, con claridad, la verdad de lo que ven y lo que oyen, como manifiesta el jefe en el cuento; y porque están en lo que tienen que estar. Es decir, el deseo no está solamente conectado con los recuerdos sino también con lo que está por venir, y al poner la intención en lo que deseamos conectamos con la “Verdadera Voluntad” que escribió Michael Ende a continuación de mi última referencia entrecomillada de su libro. La verdadera voluntad que nos define como seres humanos, y al mismo tiempo individualiza; porque mi Verdadera Voluntad (lo que yo realmente quiero) no es la misma que la tuya, y conectar la intención que YO pongo en lo que YO desde mi corazón deseo, mientras me lo imagino y me sostengo en el sentimiento que me produce, permito que algo se revele para mí, consiguiendo así que mis sueños se hagan realidad. 

Para terminar, en el capítulo de “Doña Aiuola” acontece, además, algo que para mí es muy bello y que uso como guinda de este pastel, y es cuando la Señora Aiuola invita a Bastian, a la Casa del Cambio donde ella vive, con un canto que dice así:


“Gran señor, vuélvete niño!

Te esperamos con cariño.

No te quedes en la puerta:

¡para ti siempre está abierta!

Todo está ya preparado

Desde un remoto pasado”.

                                            La historia interminable, Michael Ende.



“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque quien pide recibe, quien busca halla y a quien llama se le abre”.

Mateo 7:7,8


Que todos vuestros deseos se cumplan en el 2024.

Feliz año,

                 María Reino                                                                    

                                                                                


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