Allá: paraíso en la mar, con sus conchas, peces, algas y deidades marinas. Miles de seres aguardando. Pero, ¿a qué?
—A que los descubras y hables con ellos, a que los sigas por ese cielo invertido que también es oscuro y cambiante, y donde lo cambiante ocurre al son de la marea más distante.
—¿Qué me traes, ola? ¿Qué me traes hoy de nublado de día?
—Una barca con remos, para que navegues por la ancha mar sin vacilar; para que sigas tu camino por esta amplitud y vasta mar.
—¿Y qué haré cuando me sienta perdida bajo el sol abrasador?
—Simplemente admira la sonrisa del sol sobre las crestas del agua al pasar, y saluda a aquellos peces que recorren largas travesías sin desesperar por hallar alimento que sí les nutrirá.
—Pero yo aquí no encuentro alimento.
—Sí que lo tienes, y mucho. Es uno de plenitud y abundancia. Solo tienes que mirar hacia abajo, y verás el mundo que se abre bajo tu barca.
Mar serena, que anuncia tormenta en la distancia y que me encuentra dormida en la mañana. Mar serena, antes secuestrada por miles de sombras que, no manifiestas, descifraban un camino no querido, y no del todo convencido. Mar serena, reflejo de estrellas en la noche, y víctima de cielos perturbadores y lucha maldiciente. Mar querida, siempre eterna y valiente, hogar de Ulises y otros navegantes, portadora de piratas y aventureros sin madre ni hogar. Mar injusta, cuando tornas desagradecida a la paz traída sobre orilla de playa de arena fina. Mar en la frontera, mar enloquecida, mar brava: ahora sí y después quién sabe. Mar cambiante. Mar asesina de lo que ya no tiene lugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario