1/14/2025

Destinos soñados

 


En aquella tierra ancestral de exóticas especias y espiritualidad, el aire cargado de su historia milenaria se amalgamaba con el humo de los penetrantes inciensos, las calcinaciones nauseabundas y los gases causados por la combustión de la contemporaneidad contaminante. Era diciembre y, pese a todo lo colorido que me rodeaba, no pude evitar sentir una amarga decepción por la incierta tonalidad de un cielo que se adivinaba azul. Tantas veces había soñado con viajar a esta cultura, tantos textos sagrados había aprendido de memoria, y mantras había recitado, que, al llegar y verme rodeada de miseria, de moscas verdes sobre la comida en los puestos y sobre la sonrisa de los niños, no pude evitar sentirme como el gris plomo que mal nutría mis pulmones. La constante neblina de la ciudad no era como la del valle que empapaba vides y ricas huertas en mi tierra; sino una capa lechosa, que asfixiaba e impedía imaginar.


Había una constante espesura que me penetraba por los orificios nasales, dejando un rastro de oscuro sedimento en mis vías respiratorias. La polución de aquel lugar se hacía carne, así me lo mostraba la viscosidad de mis esputos, y, junto a lo que había reprimido, me había provocado una carraspera.


Sentada en el avión de vuelta a casa, intentando aclarar mi voz con un brebaje caliente con sabor a té, fui consciente de que había entrado en aquella ensoñada civilización por la puerta equivocada. Mientras nos alzábamos a los cielos, triste contemplé Nueva Delhi. Mi naif ilusión de occidental había quedado esfumada en aquella capota tóxica y asesina que la cubría.



María Reino


1/05/2025

Volar

 



Observo a los pájaros volar, y al humo desprenderse de las chimeneas, y me pregunto cómo saben qué dirección tomar en la vastedad del cielo. Aquí, abajo, en tierra, existen caminos y señales que te van indicando por dónde ir; pero allí arriba no.


Si fuera pájaro o humo, ¿cómo me sentiría?, ¿cómo me pondría en movimiento?, ¿cómo decidiría hacia dónde dirigirme? Es obvio que hay algo que induce a las aves, y al humo, a desplazarse en un sentido o en otro, a elevarse o descender; y este algo es el aire: invisible, intangible y, a la vez, determinante. Pero si observas bien, sí que hay diferencia entre el movimiento del humo y las aves, a veces. El humo, una vez se escapa por la chimenea, se deja llevar por el aire sin más. Parece liberado. También se deja acariciar y envolver por el aire, entrando en una suave danza con él hasta desaparecer. Humo y aire se enlazan, se emparejan y comienzan así su relación, haciéndose uno en la infinitud. Es el humo el que se deja llevar por el aire; es la esencia la que, una vez liberada de la materia tras la combustión, asciende y vuela al son de lo intangible: el aire. Y este mismo gesto se puede observar también, a veces, en los pájaros.


Es una delicia ver disfrutar a las aves cuando se dejan llevar por el aire. Solo tienen que desplegar sus alas y dejarse hacer; así de fácil es. Esta imagen puede ser la misma que la relación entre mi alma y mi espíritu. Mi alma, cuando despliega las alas, anhela dejarse sentir por mi espíritu en un vaivén etéreo, en una bella danza en donde ambos se hacen uno en lo intangible.


Sin embargo, esta misma ave, cuando se desplaza con un propósito por el aire, no vuela dejándose arrastrar, ni llevar, sino que, aprovechando el elemento por el que se mueve, lo utiliza a su favor para mejor llegar a su destino. Hay una determinada voluntad en el vuelo de esta ave, y no como la del ave, o el humo, que se deja llevar por mero placer.


La voluntad. Quizá sea esto. Lo volitivo, lo que tú de corazón quieres y, simplemente, dejarte llevar, a veces, y, otras, saber volar. 


Feliz Noche de Reyes hoy, feliz Epifanía mañana,


María Reino

Destinos soñados

  En aquella tierra ancestral de exóticas especias y espiritualidad, el aire cargado de su historia milenaria se amalgamaba con el humo de ...