Hoy es un día especial: hace 47 años vine a este mundo. Nací en el día del sabbat a una hora en la que el sol no proyecta sombra. Y como hoy es mi cumpleaños, y como dice la canción: I can cry if I want to, quiero honrar mi día compartiendo uno de los cuentos que escribí recientemente (una mañana de esas en las que me da por madrugar y ponerme a escribir delante de mi ventana). Fue otro día 7 de hace dos meses. Las nubes de aquella temprana mañana de finales de invierno me inspiraron.
Hoy el día luce sin nubes y la noche sin luna. Es un nuevo comienzo, lo sé, olí su fragancia cuando abrí de par en par mis ventanas al despertar.
7 de marzo, 2024
El día ha amanecido soleado, con algunas nubes que parecen de prestado, vacías, inertes aunque parezcan bellas. Quizá estén de paso y duden sobre adónde ir. No quieren marchar, se encontraban muy bien sirviendo de suelo en el Olimpo, el hogar de los dioses.
Pero, un día, hubo una reunión de todas las deidades olímpicas, y todas acordaron por unanimidad que lo mejor sería renovar el decorado; querían otros colores en su hogar, otro ambiente. Estas nubes, además, se habían desgastado mucho con el paso del tiempo; de tanto ser pisadas y traspasadas. Los dioses atravesaban continuamente estas nubes cuando bajaban al mundo de los mortales, y, de hecho, estaban tan desgastadas que habían perdido gran parte de su sustancia. No solo ya no servían de suelo firme, sino que además se podía ver a través de ellas. Que los humanos pudieran ver, cuando alzaban la mirada, lo que los dioses hacían en cada momento no les hacía ni pizca de gracia a sus olímpicas divinidades. Al fin y al cabo todo el mundo es celoso de su privacidad y ama su intimidad.
Así que las nubes, apesadumbradas, al descender a capas más densas de la atmósfera, se impregnaron de unas tonalidades grisáceas, unas, y azulonas oscuras, otras, y comenzaron a vagar sobre las tierras donde vivían los mortales, proyectando sombras, tapando el sol y dejando lluvias, granizo o incluso nieve allá por donde iban pasando.
En algunos lugares apenas se las veía, y los mortales agradecían su presencia porque necesitaban el agua que traían para cultivar sus tierras; el sol irradiaba tanta energía, y durante tantas horas seguidas, que resultaba insostenible, día tras día, absorber tanta luz.
Las culturas de estas tierras amaban a la luna. Para los mortales de estas sociedades era un gran alivio contemplarla, esplendorosa, luciendo en el firmamento junto a las estrellas. Y como se encontraban tan a gusto bajo la luz lunar y estelar, las gentes de esta sociedad aprovechaban para reunirse y contar historias bajo la mirada atenta de esta gran dama de plata, la donna mobile que durante miles de años rigió nuestros calendarios. Para estas gentes, la luna era como una gran madre; gracias a ella se congregaban a contar historias de tiempos remotos que a todos unían. Era una madre porque nutría sus almas con cuentos y embellecía sus sueños con imágenes mientras dormían.
Sin embargo, había otras culturas en las que las nubes expulsadas del Olimpo parecían estar constantemente presentes, y al sol apenas se le veía. Como necesitaban algo del calor de la luz solar para secar sus ropas, cuando el sol salía, el día se convertía en una fiesta, y las gentes comenzaban a bailar y cantar canciones para acompañar sus pasos y brincos de alegría. Las letras de estas canciones también contaban historias y pronto, además, estas gentes aprendieron a acompañarlas, por ejemplo, con utensilios de cocina. Fue así como nació la música.
Y gracias a que las nubes fueron expulsadas por los dioses, nosotros, los humanos mortales, tuvimos historias que contar, música que escuchar y bailar, canciones que entonar e instrumentos que tocar.
Feliz día,
María Reino 💝
Qué gracia! Nubes queridas, nubes rechazadas; nubes alienadas, nubes resucitadas; lunas, dioses, humanos, música, cantos, lluvia, sombra, sol... Un precioso decorado para ensoñar una bella vida nada anodina, sino plena de color!
ResponderEliminarSi nos dejamos llevar por la imaginación, sin duda disfrutaremos de una vida más poética y algo menos prosaica.
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