7/02/2025

La mar

 


Allá: paraíso en la mar, con sus conchas, peces, algas y deidades marinas. Miles de seres aguardando. Pero, ¿a qué?


—A que los descubras y hables con ellos, a que los sigas por ese cielo invertido que también es oscuro y cambiante, y donde lo cambiante ocurre al son de la marea más distante.

—¿Qué me traes, ola? ¿Qué me traes hoy de nublado de día?

—Una barca con remos, para que navegues por la ancha mar sin vacilar; para que sigas tu camino por esta amplitud y vasta mar.

—¿Y qué haré cuando me sienta perdida bajo el sol abrasador?

—Simplemente admira la sonrisa del sol sobre las crestas del agua al pasar, y saluda a aquellos peces que recorren largas travesías sin desesperar por hallar alimento que sí les nutrirá.

—Pero yo aquí no encuentro alimento.

—Sí que lo tienes, y mucho. Es uno de plenitud y abundancia. Solo tienes que mirar hacia abajo, y verás el mundo que se abre bajo tu barca.


Mar serena, que anuncia tormenta en la distancia y que me encuentra dormida en la mañana. Mar serena, antes secuestrada por miles de sombras que, no manifiestas, descifraban un camino no querido, y no del todo convencido. Mar serena, reflejo de estrellas en la noche, y víctima de cielos perturbadores y lucha maldiciente. Mar querida, siempre eterna y valiente, hogar de Ulises y otros navegantes, portadora de piratas y aventureros sin madre ni hogar. Mar injusta, cuando tornas desagradecida a la paz traída sobre orilla de playa de arena fina. Mar en la frontera, mar enloquecida, mar brava: ahora sí y después quién sabe. Mar cambiante. Mar asesina de lo que ya no tiene lugar.

Mar distante, y mar cercana cuando de mí esperas cierto talante. Hogar de amantes y de secretos en tus profundidades. Mar de plata en noches de luna llena, y oscura cuando aquella se oculta. Cáliz de tierra y de aguas de luna, que ilumina mi sendero a la hora del lucero.

María Reino
En la Costa de la Luz 
(ocho años después)



6/16/2025

El atigrado lirial

 


Y la niña, por fin, regresó al hogar que sus antepasados habían habitado en un tiempo remoto.

Cuando llegó, tras un largo recorrido, se paró y, desde un alto, contempló aquel paisaje de varias colinas enmarcadas en un limpio cielo azul primaveral. Unas colinas que habían sido dunas del desierto durante un largo tiempo; un páramo que había llevado al abandono de aquel hogar ancestral. Pero, por suerte, la climatología había cambiado mágicamente y había vuelto habitables aquellas tierras, devolviéndole el verdor de origen. 

Sin embargo, nadie podría corroborar si en aquel remoto pasado el paisaje había sido tal como se mostraba en este momento ante la asombrada mirada de la niña, pues todas las colinas, no solo estaban alfombradas por tonalidades del verde pasto, sino que, además, cada una de ellas estaba embellecida por una flor en particular. Aún más especial era que, ya desde lo lejos, y orientado al mediodía, se avistaba un pequeño paraíso situado en una garganta entre dos colinas. La niña decidió caminar hasta allí, y cuando llegó, percibió una atmósfera particular. El paso de un riachuelo, que surcaba la vertiente a través de la angostura, había favorecido la aparición de unos lirios un tanto peculiares, de pétalos naranjas con motas amarronadas, conocidos hoy como lirios tigre. En estas flores, el elemento que más predominaba era el del agua, y el resto —el fuego, la tierra y el aire— debían mantener un equilibrio entre ellos, pues, de lo contrario, estas flores se marchitarían.

La niña disfrutaba paseando por este vergel cuando, de entre dos grandes varas de los atigrados lirios, apareció una mujer joven desnuda, pelirroja, de piel algo anaranjada y pecosa. Con una sonrisa se presentó como el ser de aquel lirial y, ante la atónita mirada de la niña, le siguió contando, como si se conocieran de toda la vida, que las motas más oscuras que lucían sus pétalos se debían a la exuberancia de la humedad condensada. Le reveló, además, que era una niña con suerte: había llegado justo en un momento crucial del día: el atardecer. Momento en el que estos atigrados lirios se mostraban trémulos cuando sentían los últimos rayos del sol, preparándose así para la llegada, por el cielo crepuscular, de un anhelado e intenso zumbido. Y es que, con los últimos rayos solares, estos lirios vibraban, tiñendo aquella paradisiaca garganta de cimbreantes y deseantes ráfagas anaranjadas. 

Cuando el zumbido crepuscular se anunció desde la lejanía, la niña alzó la mirada y, perpleja, avistó la llegada de una nube densamente moteada, que determinada descendió para libar del néctar de los excitados lirios atigrados. 

La mujer joven animó a la niña a que probara de su jugosidad, y que lo tomara como un presente por haber regresado a este hogar que, antaño, había sido habitado por sus antepasados. Pero antes de degustarlo, también le pidió que prestara atención a cómo sentía su cuerpo tras ingerir este elixir lirial. La niña ya había estado disfrutando de las delicias del aroma que envolvía aquel lugar mientras paseaba entre sus varas, y la fragancia —entre floral, algo amaderada, con un toque dulce, sutil, a la vez que elegante— la incitó a ir más allá y degustar lo que esta exótica flor le ofrecía. Tras ingerir esta regalada ambrosía, sintió como si una parte de ella se hiciera más fuerte en su interior, fomentando un arraigo terrenal más seguro. Concretamente, la niña percibió, a la altura de su pelvis, cómo el néctar se había metamorfoseado en una esencia mineral sana y reluciente, sobre la que, a partir de ahora, su parte humana podría asentarse mejor, desechando aquellos otros minerales, rígidos, que, por linaje, había heredado. 

Justo cuando el sol ya se había puesto tras la línea del eterno horizonte, reluciendo en una última explosión vital, regalando un rayo verde fugaz para la esperanza del corazón, los atigrados lirios, extasiados, gustosos, exhalaron un profundo y sentido suspiro con el que refrescaron y perfumaron de color azul aquel paraíso, entrando así, poco a poco, en el descanso de la noche. Las abejas entonces se retiraron, complacidas, a su colmena junto a su reina, portando todo el jugoso néctar libado para transformarlo en un rico —y muy dulce— fluido del color del ámbar. Los restos que por allí quedaron del néctar segregado y no libado gotearon lentamente, como exhaustos, permeando a conciencia aquella angostura atigrada, escurriéndose por las hojas para dejarse caer, maravillados, al riachuelo de aguas no frescas ni transparentes que atravesaba aquella garganta.

Cuentan las aventureras y los aventureros que estas aguas, si alguna vez llegas a este paraíso lirial, son aptas para beber, y que proveen una base más fuerte sobre una misma o uno mismo, estimulando una nueva vitalidad y aportando un rejuvenecimiento. Aunque no debes preocuparte sobre la apariencia de tu piel, porque jamás tornará naranja como el ser de esta flor, según nos desvela con una pícara sonrisa la mujer desnuda, pelirroja de piel anaranjada —tersa y sedosa— y pecosa mientras su presencia se desdibuja entre las dos varas de lirios tigre de entre las cuales emergió. 


Con atigrado cariño,

María Reino


    Esta semana tenemos un evento muy especial: la entrada del verano, un tiempo para mí muy fecundo, a la par que tranquilo; de ritmo lento, y a la vez vital. Me encanta el verano, y los calores nunca han sido un problema para mí. 

    Con este cuento cargado de simbolismo, y que tiene visos de ser iniciático, quiero dar la bienvenida a los días veraniegos y al solsticio estival del próximo día 21 de junio. 

    También os animo a visitar en Madrid la exposición de Los mundos de Alicia en el CaixaForum de Madrid. Curiosamente, una de las obras expuestas guarda relación con mi cuento, y cuya imagen podéis ver abajo de estas líneas. 








3/20/2025

El oso y las mariposas

 



En cierto bosque, existen unas mariposas que, al batir juntas sus alas, forman una preciosa nube de color azul. Esta bandada de mariposas, todas azules, vuela por la floresta, disfrutando del aire intangible que se desliza entre los troncos de los árboles y buscando al oso Chinflón, un pardo y perezoso habitante del bosque, a quien es común encontrar sentado tranquilamente, comiendo bayas o cualquier otra cosa que le guste. Así es como disfruta la vida durante el día. 


Chinflón tiene los ojos pequeñitos, pero cada día, cuando ve acercarse a la bandada de mariposas, se le abren tanto, tanto, que, si prestas atención, podrías llegar a ver de qué color es su corazón.

 

A Chinflón le encanta verlas volar y, cada día, las sigue allá adonde vayan. Le parece hermoso el rastro azul pálido con puntitos brillantes, como estrellas, que la nube de mariposas deja tras de sí. Esta estela, además, le resulta de lo más dulce: se cuela por su nariz como el mejor aroma que jamás haya olido.


Así es como las mariposas y el oso Chinflón recorren juntos el bosque, él siguiéndolas a ellas, todas azules, hasta que la tarde cae.


En este momento del día, cuando ya no es de día pero aún no es de noche, la nube de mariposas llega a una gran roca gris y se detiene junto a la entrada de una gruta. Allí, arremolinándose, mutan mágicamente en una bella joven cuyos ropajes son del color azul de las mariposas, adornados con los brillos de la estela que dejan al volar. Esta hermosa joven es un hada de cabellos rubios, recogidos en un semirecogido, que por las noches habita la cueva de la gran roca. 


El oso, al verla transformarse, también muta de repente y se convierte en un joven príncipe. Juntos, el hada y el príncipe se adentran en la roca donde pasan la noche.


En el interior de la cueva no hay oscuridad, aunque la noche haya caído. De ambos emana un resplandor cálido, suficiente para iluminar el camino sin necesidad de otra luz. La roca es enorme, con tantos paisajes dentro como los hay en el exterior. Incluso, si uno se aventura hasta lo más profundo, puede llegar a rincones del bosque accesibles solo desde la cueva, y que son realmente maravillosos. 


Así pasan la noche el hada y el príncipe, explorando el interior de la gran roca y disfrutando de su forma humana. Y cuando perciben que el alba asoma con sus primeros rayos de sol, se dirigen hacia la entrada y vuelven a transformarse en su forma animal: el hada en una bandada de mariposas azules y el príncipe en un oso pardo.


Así, bajo los rayos alegres del sol, se mueven en su forma animal: ellas vuelan y él persigue la dulce estela que desprenden al batir sus alas. 


¡Feliz Día Internacional de la Narración Oral y equinoccio de primavera! 🌼


María Reino



3/13/2025

Me duele el paladar de repetir...

 



Poner un lavavajillas requiere cierta meticulosidad. Tengo una amiga que insiste en que los Virgo son los mejores en esta tarea. Puede ser, no lo niego; tienen fama de ser perfeccionistas y de operar ordenadamente. Pero yo prefiero tomármelo como un juego. Me recuerda a cuando jugaba al Tetris en la adolescencia: al fin y al cabo, se trata de encajar las piezas, como en la vida misma, encontrando tu propio orden.


Si quieres que tu vajilla reluzca al acabar el programa de lavado, no amontones los platos, los cuencos, las cacerolas o cualquier otro utensilio. Espero que no seas una de esas personas que crea que, una vez cerrada la puerta del lavaplatos, la máquina hace magia per se. Las máquinas están para facilitarnos la tarea, pero no lo pueden hacer todo, por mucho que últimamente se insista en ello. Son aparatos que están diseñados por ingenieros, y, ya sabes, todo tiene que ir medido con precisión, para que funcione correctamente; casi como los números en una tabla de Excel para un contable.


Por eso, es importante que mantengas un orden a la hora de colocar los diferentes utensilios, y, para ello, cuentas con diferentes partes que te facilitan la tarea. Por lo general, hay dos o tres cestos. El inferior está para depositar la vajilla más voluminosa. Los platos, entre las varillas, y en paralelo. Asegúrate de que no queden pegados los unos contra los otros. Ya dije que la máquina no obra milagros, y si queremos que el brazo rociador haga un trabajo óptimo, debes asegurarte de que haya un espacio entre un plato y otro. En este nivel también entrarían las cacerolas, las sartenes —aunque te recomiendo lavarlas a mano— y las fuentes. Aquí el reto es que más es mejor. Te explico: cuanta más vajilla logres colocar en este cesto sin apiñamiento, mayor será tu maestría. Insisto, jugar al Tetris ayuda, pues esta altura exige que saques al estratega que puedes llevar dentro.


Hay fabricantes que incluyen, en este nivel, un cesto para cubiertos, pero yo prefiero los lavaplatos que cuentan con una rejilla de cubertería, por encima del cesto superior. 


El segundo brazo rociador se encuentra colgando debajo del cesto superior; nivel destinado, en un principio, para vasos, tazas, cuencos y, quizás, algún cazo pequeño. De nuevo, es importante que dejes espacio entre cuenco y cuenco para que los chorros del brazo rociador golpeen la concavidad de estos. Si no, no se lavarán bien, y ya sabes, luego te tocaría lavarlos a mano; y no estamos para derrochar agua.


Y esto sería a rasgos generales lo que debes tener en cuenta a la hora de poner un lavavajillas. En otra ocasión ya te contaré sobre los mejores detergentes, y si realmente necesitas el abrillantador. También, antes de que se me olvide, quita las incrustaciones de comida más grandes de los platos. Ya te mencioné que es una máquina, que no hace magia, y si, además, quieres una larga vida para tu lavaplatos, procura tratarlo bien y no sobrecargarlo. Eso sí, no hagas como mi madre, que fregaba todo a mano antes de meterlo al lavavajillas.



Que tengáis un fructífero eclipse lunar en Virgo,

María Reino


Pues sí, ya llegó… 

Hoy tenemos uno de los eclipses más esperados del año. Se trata de un eclipse lunar total, ese momento en el que la Tierra se interpone entre el Sol y la Luna, sumergiéndola en una misteriosa sombra rojiza.

Este eclipse será visible en la madrugada del 13 al 14 de marzo en España y, además, caerá en el signo de Virgo, la energía zodiacal del orden y lo metódico, entre otras muchas cosas. 

En astrología, la casa de tu carta natal donde tengas a Virgo es la que sentirá más fuerte la energía de esta Luna de sangre. Pero tranqui, no te hagas mala sangre, tómatelo como una oportunidad para trabajar en aquello que necesitas transformar para acercarte más a tu esencia.  Por ejemplo, en mi caso este eclipse cae en mi Casa 3, lo que trae aprendizajes interesantes sobre comunicación, pensamientos y conexiones cercanas. ¿Y a ti? ¿En qué área de tu vida impactará este eclipse? 🌕✨

3/08/2025

La tablilla de Nimrud

 


«¿Pero dónde está? Estaba aquí, en esta sala». Miriam, con prisa, miró extrañada para un lado, para otro, giró sobre sí misma, escaneando cada vitrina con la mirada, y no la vio. Alterada, se acercó a la auxiliar de sala que caminaba pensativa a algo más allá de diez metros. La reverberación de un estresante taconeo avanzando hacia ella devolvió a la muchacha abruptamente a aquella galería pública.

—Señorita, disculpe, por favor, ¿dónde está la pieza que estaba en aquella vitrina? —preguntó Miriam, señalando con todo su brazo derecho extendido.

—¿La del registro de Nimrud? —contestó la joven con una sonrisa cómplice en los ojos.

Miriam, complacida, sonrió y asintió con la cabeza. Cuando llegó ante la tablilla se quedó observándola con un sentimiento de gran devoción. Aquel resto arqueológico tenía un gran valor para ella. Ella había conseguido ser jueza.

Aquella tarde, Miriam había tenido que forzar un hueco en su agenda para visitar el museo arqueológico de su ciudad. Al entrar faltaban tres cuartos de hora para que cerrasen, y cuando no había visto la pieza expuesta en su vitrina habitual, un relámpago de nervios le había recorrido la parte baja del abdomen. Y es que Miriam solo iba a ver esta pieza el día que su abuela hubiera cumplido años. Formaba parte de una ceremonia que había empezado el año en el que había aprobado las oposiciones para juez, y, en agradecimiento a ella, Miriam había decidido comenzar esta costumbre cada 8 de marzo. Era su manera de honrar los talentos y grandes sacrificios de su abuela, una mujer justa y juiciosa. 

Aquel registro era más que un vestigio del pasado. Le gustaba imaginar que, hace más de tres mil años, otra mujer también había estudiado leyes y dictado sentencias. ¿Cuántas más habrían existido antes de que sus nombres se borraran de la historia?
Allí, por fin, y ante una tablilla con escritura cuneiforme de la antigua Mesopotamia, la eternidad se hacía presente. Miriam sentía una gran emoción de casi palpar que otra mujer, sin faz, jueza como ella, y hace más de tres mil años, aplicaba leyes y pronunciaba sentencias. «El tiempo y los diferentes escenarios. El devenir y la historia. Qué cosas». Hoy en día, poca gente sabe que, en tiempos remotos, la mujer tenía unos derechos por los que en el presente las mujeres siguen luchando día a día. Las mujeres de la antigüedad no solo impartían la ley, sino que también cuidaban de los templos, organizaban el culto y reinaban. También recibían herencias, gestionaban su propio patrimonio, administraban sus propios negocios, y muchas sociedades y pueblos eran matrilineales. Incluso, según en qué lugares, las mujeres podían tener dos maridos. Estos eran los tiempos de la Diosa Madre y en el que las mujeres eran libres. Algunas incluso eran guerreras, amazonas. Unos tiempos en los que la mujer no tenía que estar constantemente esforzándose por priorizarse ni demostrar su valía. 

Pero a Miriam le había tocado vivir en un tiempo en el que, como un bombardeo, publicitaban y vendían que teníamos la fortuna de estar en una sociedad de progreso, y, sin embargo, las mujeres en el país de su abuela, uno occidental, no pudieron ser juezas hasta hace algo más de medio siglo. Tampoco pudieron abrir su propia cuenta bancaria sin el permiso de un hombre hasta recientemente. «Hemos ido en retroceso. Para atrás como los cangrejos. Qué injusto, y qué triste. Qué sinsentido. Qué vida esta».

Las luces se fueron atenuando y una voz de mujer, por megafonía, anunció:

—Por favor, vayan desalojando las salas. El museo cerrará en diez minutos.

Miriam mantuvo la mirada fija en la tablilla durante unos segundos. Alzó la mano y, con la yema de los dedos, acarició el cristal de la vitrina en un gesto leve. Se despidió. Exhaló despacio y se giró hacia la salida.

¡Feliz día de la Mujer!
María Reino


«Es probable que la opinión dominante, que la mujer fue creada para el hombre, haya surgido del poético relato de Moisés; no obstante, como se da por sentado que muy pocos han dedicado algún pensamiento serio al asunto, siempre se ha creído que Eva era, literalmente, una costilla de Adán; debe permitirse que la deducción se desmorone; o solo se admita para probar que al hombre, desde la antigüedad más remota, le pareció conveniente ejercer su fuerza para subyugar a su compañera y utilizó su invención para mostrar que esta debía doblar su cuello bajo el yugo; porque tanto ella como toda la creación se originó de la nada para su conveniencia y placer». Vindicación de los derechos de la mujer, Mary Wollstonecraft. 💜

¿Sabías que Mary Wollstonecraft fue madre de Mary Shelley, la autora de Frankenstein?


1/29/2025

Las esmeraldas

 



Había una vez una pareja de jóvenes amerindios que decidió embarcarse en una nueva aventura: navegar en canoa por el río. Para el viaje, escogieron una embarcación que tenía el tamaño ideal para acomodar a los dos: ni muy grande ni muy pequeña, lo justo para sentir que estaban juntos pero sin estrecheces. Esta pareja estaba formada por dos individualidades, dos iguales, y cada uno llevaba su propio remo.

        Partieron muy entusiasmados de la ribera que bañaba la orilla de su poblado, remando de manera ordenada y coordinada, en completa sintonía. Pareciera que ya hubieran navegado juntos antes, pero no, era su primera vez.

        Fluían por el río tranquilamente cuando, de repente, vieron que más adelante tenían que atravesar una cueva. Al adentrarse, se asustaron: no podían verse debido a la oscuridad, cualquier movimiento en falso provocaría desestabilizarse y caerse de la canoa. Caer al agua en la oscuridad de una cueva no era lo más deseable. Así que, de manera instintiva, y al unísono, sintieron que lo mejor era mantenerse quietos y en silencio sobre la canoa, sosteniendo cada cual su remo, y dejarse llevar. Permanecer en quietud, entregarse al fluir de la corriente y confiar era lo más acertado que podían hacer en ese momento si querían atravesar juntos con éxito la oscuridad de la cueva. 

        No obstante, transitar por aquel interior les permitió desarrollar unos sentidos que muchas personas poseen pero que no utilizan. Cuando la oscuridad, la quietud y el silencio se alían, se abre la posibilidad de percibir al otro y el entorno de una manera más sutil, fomentando una escucha y una percepción más profunda. Darse cuenta de ello, y ponerlo en práctica, contribuye a ganar consciencia y sabiduría sobre uno mismo, el prójimo y la situación.

        Llegó el momento en el que esta pareja de enamorados salió de la cueva. Al principio, la luz les cegó y les llevó un tiempo acostumbrarse a la claridad. Después, ambos observaron que todo  cobraba más intensidad a la luz del día: los colores, las formas, los aromas, el canto de los pájaros…  Descubrieron una nueva dimensión de todo lo que les rodeaba y sintieron que la vida era aún más hermosa.

    Y así continuaron juntos, navegando de manera equilibrada, equitativa y alegre sobre la misma canoa y sin apenas esfuerzo; pareciera que llevaran toda la vida haciéndolo.

    Más adelante, río abajo, la pareja atravesó unas aguas de una tonalidad verde resplandeciente, menos profundas y cristalinas. Aquella visión era preciosa, un espectáculo de color, agua y luz que los dejó maravillados. Para su asombro, en el fondo del río ¡había esmeraldas! Durante un buen rato no pudieron apartar su mirada de esas piedras preciosas. Estaban magnetizados. Sin embargo, las esmeraldas estaban allí por algo en particular, tenían un para qué: conectar con su corazón. También, debían evitar cogerlas. Lo bello y lo bueno de la vida no están para ser poseídos, sino para ser admirados y sentidos en el alma; y desarrollar un sentimiento de agradecimiento es, además, de vital importancia.

    Esta pareja de aventureros disfrutó tanto de su experiencia que no dudó en repetir el mismo trayecto una y otra vez: partir de la orilla del pequeño poblado donde vivían junto a otros, atravesar la oscuridad de la cueva, salir de nuevo a luz para terminar navegando sobre el fondo de las tentadoras esmeraldas. Con el tiempo, adquirieron una especial destreza en recorrer juntos cada etapa del viaje, lo cual causó que su navegar en canoa fuera aún más estable y su unión más fuerte. En cada travesía, ambos tuvieron la oportunidad de conocerse un poco, o mucho, más y crecer juntos.

    Y un día, el Sol, por hacer de su aventura un arte, les premió. Y es que más allá del tramo de las esmeraldas existía una tierra muy fértil y próspera, ideal para cultivar. El Sol les regaló aquella tierra: un lugar donde construir su hogar, cálido y acogedor, lleno de vida. Un hogar donde reinaba el equilibro y la belleza alcanzaba su máxima expresión. Una tierra donde vivir juntos y ser felices para siempre. 

        Os deseo una productiva luna nueva en Acuario,

                                                                                        María Reino


Hoy, 29 de enero, tenemos una luna nueva muy especial: en Acuario. La luna nueva simboliza un nuevo comienzo y Acuario representa el cambio y la innovación. La luna nueva en Acuario de hoy te invita a alumbrar a un nuevo yo, el más esencial; dar a luz a la estrella que eres. 


    Despierta a la nueva realidad. Para ello, es necesario dejar morir lo antiguo, dejar atrás ese viejo yo regido por mandatos familiares y obsoletas creencias que te impiden ser tú mismo.


    Da la bienvenida con alegría a tu nuevo yo creativo y libre, tu yo más auténtico. Conecta con tu verdadero valor. Solo de ti depende, tuyo es el poder transformador. 


    Nacer, morir, renacer: el eterno ciclo de la vida. Es sabido que, para renacer a algo más grande, es necesario que algo muera primero. Nacer y morir comportan enormes sacrificios, pero ser valiente siempre es premiado.


    Para terminar os dejo con este poema de Rubén Darío:

Puede una gota de lodo
sobre un diamante caer;
puede también de este modo
su fulgor oscurecer;
pero aunque el diamante todo
se encuentre de fango lleno,
el valor que lo hace bueno
no perderá ni un instante,
y ha de ser siempre diamante
por más que lo manche el cieno.

1/14/2025

Destinos soñados

 


En aquella tierra ancestral de exóticas especias y espiritualidad, el aire cargado de su historia milenaria se amalgamaba con el humo de los penetrantes inciensos, las calcinaciones nauseabundas y los gases causados por la combustión de la contemporaneidad contaminante. Era diciembre y, pese a todo lo colorido que me rodeaba, no pude evitar sentir una amarga decepción por la incierta tonalidad de un cielo que se adivinaba azul. Tantas veces había soñado con viajar a esta cultura, tantos textos sagrados había aprendido de memoria, y mantras había recitado, que, al llegar y verme rodeada de miseria, de moscas verdes sobre la comida en los puestos y sobre la sonrisa de los niños, no pude evitar sentirme como el gris plomo que mal nutría mis pulmones. La constante neblina de la ciudad no era como la del valle que empapaba vides y ricas huertas en mi tierra; sino una capa lechosa, que asfixiaba e impedía imaginar.


Había una constante espesura que me penetraba por los orificios nasales, dejando un rastro de oscuro sedimento en mis vías respiratorias. La polución de aquel lugar se hacía carne, así me lo mostraba la viscosidad de mis esputos, y, junto a lo que había reprimido, me había provocado una carraspera.


Sentada en el avión de vuelta a casa, intentando aclarar mi voz con un brebaje caliente con sabor a té, fui consciente de que había entrado en aquella ensoñada civilización por la puerta equivocada. Mientras nos alzábamos a los cielos, triste contemplé Nueva Delhi. Mi naif ilusión de occidental había quedado esfumada en aquella capota tóxica y asesina que la cubría.



María Reino


La mar

  Allá: paraíso en la mar, con sus conchas, peces, algas y deidades marinas. Miles de seres aguardando. Pero, ¿a qué? —A que los descubras...