3/08/2023

Bendita tú eres





        Contemplar la naturaleza siempre me ayuda a conectar, no solo con mi imaginación sino con toda la sabiduría que hay en ella, y como historiadora del arte no puedo, y no debo, evitar relacionar aquello que observo con el mundo imaginal.

        El observar las flores de las mimosas de mi calle hace ya unos días me llevó a un viaje que partió de reflejar este poder de luz, anunciadora de la llegada de la primavera en mitad del frío invierno, en unos versos. Al llegar a casa, con mi alma inspirada en aquellas flores, escribí algunas líneas en las que palabra tras palabra iban desenvolviéndose, a modo de regalo, una serie de imágenes: las de un cuento que había leído recientemente en el libro Mis cuentos africanos de Nelson Mandela, La reina loba, y la de la carta del tarot que la Fundación de Joseph Campbell propone como estudio para este mes de marzo, La Estrella (XVII). ¿Acaso no brillan las mimosas como miles de luceros allá en lo alto de la copa del árbol?

        Hoy 8 de marzo, Día de la Mujer, hay que preguntarse por todos esos trajes que nos ponemos uno tras otro (porque o bien los heredamos, o bien las circunstancias de la vida nos obliga a ello) y con los que salimos al mundo a bailar, a romancear, a buscar… el amor hacia nosotras mismas al fin y al cabo. A conectar con lo que en esencia somos y a no parar hasta quedarnos con el vestido de diamantes, el de brillos como estrellas que nos cuentan en La reina loba y en otros muchos cuentos (Bestia Peluda de los Hermanos Grimm y Los Tres Trajes de Antonio Rodríguez Almodóvar), y que refleja quien realmente somos. Es el vestido que mejor nos queda porque es el que manifiesta este brillo interior nuestro, el que nos conecta con el más allá, y por el que somos y estamos bendecidas, gesto que la genuflexión de la mujer de la carta de La Estrella pone de manifiesto.

Salimos al mundo, como en todos estos cuentos citados, y nos ponemos el vestido de plata como la luna, el traje de la esfera maternal que llevamos durante un buen tiempo porque es a este ámbito al que estamos ligadas durante los primeros años de nuestra vida. Pero no somos nuestras madres, vinimos con un brillo propio al nacer. Después, salimos hacia el sol con el vestido de oro, este traje paternal que nos viste y del que nos enamoramos por primera vez tras dejar la esfera maternal, lunar, cuando somos niñas. Y con estos dos trajes probamos a encontrar el amor, la dicha, hasta que por fin tras mucho danzar por la vida damos con el vestido que mejor refleja nuestro valor, el diamante que somos, tal y como Rubén Darío canta en su poema La Calumnia.

Y cuando nos sentimos bendecidas por ser las más puras, cuando nuestra alma ya recordó todas las melodías en la noche, cuando se juntaron, ¡oh!, Amado con Amada, obra el milagro: es la Amada en el Amado transformada. Y es cuando somos encumbradas al Olimpo como Ariadna o a los Cielos como la Vírgen María, y es, entonces, cuando sobre nuestras cabezas brilla la corona de estrellas, nuestros mantos se adornan con los luceros de la noche y el universo nos sonríe a través de los tiempos regalándonos la constelación de la Corona Borealis por nuestros esfuerzos.

A tí, que bendita tú eres entre todas las mujeres.


María Reino


Imágenes:

- La Anunciación, Fra Angélico

- Boda de Baco y Ariadna, Tintoretto

- La Vírgen con el Niño, Alonso Cano

- Vírgen de Guadalupe de México.








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